miércoles, 23 de mayo de 2007

Bib azahar 11

Soneto de los talentos evangélicos

Se me ha dado la gracia de poder expresarme,
de decir con palabras lo que siente mi hermano;
se me ha dicho el misterio de las fibras sutiles
y de poder contarlo en líneas apretadas.

Si digo “cinco, cinco…”, lo digo con los dedos,
con el alma en pentágono y el amor florecido.
Si digo “nada, nada…”, se queda el cuarto solo,
dejo vacío el mundo al tocarlo un instante.

Como polvo de nieve, se me ha dado la gracia.
Poder abrir el dique y vaciarme entera,
y sentir con los pulsos, espíritu en el viento,

la intocable distancia entre el aire y el ala.
Lo que vaya a pedirme el Dador infinito,
me hace tener en vilo el aliento y el alma.

*

¿Dónde encontré tus ojos?

¿Dónde encontré tus ojos?
Sí, fue aquel día gris, blanco y azul…
Pero antes… ¿Por dónde
habremos caminado juntos?
¡No sé!...No importa.
Tú eres tú y yo soy yo…
Pero hay algo entre los dos
que flota en el aire.
¿En qué día, en qué nube,
en qué recodo,
en qué puerta de luz tan sin distancia
iban andando tu espíritu y mis ojos,
para encontrar el punto
de una cima sin tránsito?
¿Qué sé de ti?
No sé… Siento tu alma.
Tu espíritu sediento de reposo.
Tu amanecer sencillo.
La esperanza pintada de colores
que alumbra la armonía de tu huida,
corza de luz, halcón de los espacios.
Tu miedo, tu ternura, tu armadura,
el cántico sin fin de tu mirada
llena de mar, de nubes, de montañas,
de tierras por sembrar, abierta en trilla.
Y ese nido que buscas, sin decirlo,
para poner tu amor a buen recaudo,
para empollar ansias sin sentido
(el cántico, sin voz, de caracola)
¿Qué sé de ti? No sé nada.
Lo siento, cual si estuviera dentro de tu alma.
*